A razón de casi un centenar de muertos diarios, y sin contar los enfermos crónicos, y en absoluto curados, que han sobrevivido al contagio, no podemos decir que la segunda ola del coronavirus esté siendo excesivamente piadosa ni en los hospitales, ni en los ambulatorios, ni tampoco en los infernales asilos de ancianos de la autonomía. Y, sin embargo, en el Quirinale y sus zonas adyacentes, donde este dolor apenas es un argumento partidario, se vislumbra de nuevo cierto orgullito ridículo que nos recuerda demasiado a cuando el abate Bendodo, Il Grande Banditore in Marinata, declamaba las estadísticas (manipuladas, por supuesto) que sostenían que en la Marisma ya estábamos venciendo al bicho. Niente di niente, signori. «Tenemos quince días para bajar la curva y salvar la Navidad», dice el Validísimo en una suerte de desideratum famélico. ¿En quince días vamos a doblegar a la muerte e ir a comprarnos las figuritas del Belén y los dulces de las monjas? ¡Y un cuerno, hombre!
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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