Decía Heráclito, filósofo griego, que el sol, sin dejar de ser el mismo astro, es nuevo cada día. El símil es aplicable a las políticas sobre los ancianos en la Marisma: todos las defienden pero casi nadie hace mucho para que se conviertan en una prioridad. ¿Podríamos llamarlo hipocresía? Sin duda. Hipocresía sucesiva. Si los socialistas privatizaron la dependencia por su incapacidad para crear una red de geriátricos públicos, las derechas han consolidado este modelo y, a pesar de los muertos provocados por el coronavirus en los asilos, ponen una y otra vez paños calientes a una situación inmoral. Cosa muy de esperar: el día que Rocío Ruiz, la consejera estatua, se desdijo de un artículo suyo en prensa en el que criticaba la Semana Santa tras recibir la reprobación de Vox, enmendándose a sí misma, quedó claro que sus principios son marxistas (de Groucho): si hay que cambiarlos, se cambian. Ningún problema.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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