No sabríamos decir, el Altísimo no lo quiera, si la cosa se debe a una insolación propia de la última ondata di caldo, o acaso obedece a esa costumbre (indígena) de exponerse a la cólera del Dios solar sin sombrero, pero desde comienzos de este Ferragosto –ecuador del Infierno– una sucesión de espejismos sostiene, en contra de todas las evidencias, que la Marisma vive en un Quattrocento cuyos Médicis, a falta de prueba empírica, por lo visto son los autónomos que, vista la falta de alternativas –un contrato de trabajo se ha convertido en una pieza de arqueología–, intentan sobrevivir con su iniciativa en un mercado donde los únicos que tienen capacidad adquisitiva son los paralelos. Dícese de aquellos que, sin oposición ni examen, cobran en la Junta tres veces más que un funcionario de carrera (no precisamente olímpica). La cosa tiene gracia, pero no es divertida. Demuestra que nuestros próceres se han disfrazado de pastores (con camisa a cuadros) para cantarnos, al son de la lira, estampas de un bucolismo estomagante. Pongamos por caso al Adelantado Marín, envidia de las academias. Se pasa las horas del día en las que no está negando el adelanto electoral en las carreras de caballos de Sanlúcar. “Son un acontecimiento deportivo y social único en el mundo que un verano más tenemos el orgullo de acoger en nuestra tierra. ¡El espectáculo está asegurado!”.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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