La política española, que es un juego de trileros pagado con el dinero de nuestros impuestos, es un caso perdido. No tiene remedio. Hace unos días, en plena precampaña electoral en Andalucía, donde en diciembre tenemos convocado un plebiscito peronista, la presidenta de la Junta, Susana Díaz, agitaba –con manifiesta felicidad– el señuelo del agravio cósmico, ese eterno victimismo meridional, transmutado en un orgullo estúpido que no se diferencia en exceso del histórico chantaje sentimental al que nos tienen acostumbrados los nacionalistas y los independentistas, y que tan excelentes réditos electorales ha dado históricamente al PSOE andaluz.
Los Aguafuertes del lunes el Crónica Global.
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