Ningún marino en su sano juicio desprecia las inequívocas señales que emite el océano, esa bestia dormida, cuando muestra su rabia. Lo primero que un navegante aprende en alta mar es que Poseidón puede despertar de pronto y tragarte para siempre. No existe el marinero imprudente: no sobrevive. Los próceres de la República Indígena, en cambio, son personajes de secano porque -cada uno a su manera; y todos al unísono- acostumbran a relativizar las señales de calamidad hasta que acontece el desastre, que terminamos pagando tutti noi. Le sucedió a Chaves, que todavía predica desde las tribunas favorecidas por la corrupción política a pesar de la condena de los ERE, cuando delegó el Quirinale en Griñán.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
Deja una respuesta