Se puede escribir mucho, incluso demasiado, sobre una catástrofe, pero la descripción más exacta de la calamidad de Valencia, que es de todos porque puede suceder en otras muchas partes de España, responde a un enunciado muy simple: la tierra se convirtió en mar y los ríos devoraron la tierra. La colosal gota fría en Levante ha sacado a relucir la eterna cuestión de la inundabilidad de partes del territorio en un país cuyas costas, desde el Norte hasta el Sur, sin olvidar su lado Oriental, son sus fronteras y los cauces fluviales –a los que en las postales se retrata de forma idílica– pueden convertirse, por la acción del cambio climático, en agujeros negros, capaces de tragarse en un instante absolutamente todo lo que encuentren a su paso. Andalucía, junto a la costa marítima de Valencia, es la región más expuesta al desajuste del calentamiento global.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.