“En las manos del soberano están todas las riendas del poder, que lo recibe directamente de Dios y lo administra sin consultar a nadie. Una diadema de perlas adorna su frente. Quienes se acercan a él están obligados a besarle las zapatillas. El palacio en el que vive recibe el insigne título de sagrado en todos los documentos oficiales”. Así describe Indro Montanelli, periodista prodigioso, la Roma de comienzos del siglo IV, un tiempo en el que el imperio caminaba ya hacia su decadencia mientras levantaba grandes arquitecturas celebratorias para replicar la simbólica Porta Triumphalis que, según los relatos de los anales, debían cruzar los héroes militares de las estirpes patricias tras sus victoriosas conquistas. Como la épica encierra su propio prosaísmo, no todos estos atrios se construían ex novo. Muchos aprovechaban materiales de los hitos en piedra de batallas olvidadas, que adaptaban a su finalidad propagandística.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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