Las giras empresariales conducen a la melancolía. A pesar de las sonrisas, los encuentros bilaterales y las palabras amables sobre la fraternidad de los pueblos, estos circos institucionales siempre terminan en una habitación de hotel, con la chocolatina del minibar mordisqueada y la sensación -creciente- de estar huyendo de la realidad porque ya no se puede volver a casa. Los viajes políticos oficiales, vulgo pesebres, son un placebo psicológico para los gobernantes faltos de cariño. Nada más. Ustedes, queridos indígenas, habrán visto estos días en Canal Sur las imágenes del encuentro luso-andaluz que ha encabezado Ella. Y probablemente hasta crean que dicha embajada a Lisboa -delegaciones, cenas, almuerzos, conferencias- servirá para algo. Que Dios les conserve la ilusión de los ingenuos.
La Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo.
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