El sociólogo Pierre Bordieu, que concebía la lucha por la vida como un juego en el que todos competimos contra todos de forma despiadada, califica la creencia de que nuestra conducta es una infalible pauta moral a seguir, y por tanto un modelo a imitar, como una illusio. En el caso de los gobernantes –añade el pensador francés– esta suposición adquiere un tinte cómico: “Los políticos viven en una prisión formada por un cerco tranquilizador de tecnócratas que, a menudo, ignoran la realidad cotidiana de sus conciudadanos”. También la de las cárceles. Todo esto se ha terminado para Griñán. Sin alegrarnos por el ingreso en la cárcel del cuarto presidente de la Marisma, la resolución judicial de denegar su recurso de súplica y fijar un plazo de diez días para su ingreso en prisión tiene la pedagogía, indirecta, del prosaísmo. Obligará al prócer socialista, responsable de sus actos y, en buena medida, de los de su antecesor –Chaves, al que la inhabilitación priva de un honor que cree conservar–, a asumir el principio de realidad y aprender, aunque sea a una edad avanzada, lo que antes se enseñaba en las escuelas: las decisiones personales (por acción u omisión) tienen consecuencias.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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