“Los hombres” –escribe Josep Pla– “comienzan a volverse sensatos cuando lo tienen todo perdido. En política, ante un cúmulo de imponderables, no hay resistencia posible”. Si aplicamos esta máxima a la economía social, que no es la que se refiere a las cooperativas, sino la que rige nuestra vida cotidiana, llegaremos a la misma conclusión: no hay nada que hacer. Casi todo está perdido o perdiéndose. A la tristeza melancólica que produce observar las estadísticas salariales, menguantes para los más y ascendentes para los menos, se suma ahora el bucle infinito de las hipotéticas pensiones, la religión laica de nuestros últimos días en la Tierra. Cada cierto tiempo los políticos nos repiten los mismos mensajes apocalípticos: no hay suficiente dinero para todos, los derechos sociales del Estado del Bienestar son excesivos, conviene pensar en invertir en planes privados de jubilación (sin rentabilidad real y sujetos a los mercados especulativos) y el rosario habitual de advertencias bíblicas.
La Aguafuertes del lunes en Crónica Global.
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