La admiración sentimental por el Sur, como ha escrito en alguna ocasión Rafael Argullol, es un atributo fundamentalmente romántico, del mismo modo que también lo es el hecho de que algunos meridionales añoremos el Norte, donde rara vez habitamos. En sus Ensayos sobre Poesía (Renacimiento), Luis Cernuda interpreta a Bécquer, ambos sevillanos, como un poeta de espíritu nórdico: “Su obra es muy poco andaluza en el sentido fácil de la frase”. Los antepasados de Bécquer, originarios de Flandes, se instalaron en Sevilla en el siglo XVII. Existe, quien lo conoce lo sabe, un Sur profundo y grave, atormentado, casi secreto, igual que palpita otra Andalucía jubilosa y festiva. Lo que no existe, salvo como deformación o ironía, es la falsa identidad que nutre la estampa folclórica. De ahí que fracasara el asalto a San Telmo de Macarena Olona (Vox) el pasado 19J. Éste también es el motivo esencial de que el Sur haya sido leído desde hace más de dos siglos como la infalible sinécdoque de la España tradicional, dando lugar a un largo caudal de malentendidos, mentiras e infamias.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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