El problema territorial de España, esa tormenta que condiciona nuestra vida política desde mediados del siglo XIX, se formula casi siempre en términos identitarios y culturales pero, a la hora de la verdad, termina indefectiblemente convertido en materia prosaica: más dinero, más recursos públicos. La convención social dominante establece que el suelo (movedizo) de la verdad depende, sobre todo, de las monedas que uno guarde en la bolsa que administra. Así ocurre, sin ir más lejos, con la pertinaz discusión sobre la financiación autonómica, un ámbito donde se cumple con la exactitud de una profecía la famosa teoría de la manta corta: cuando intentas taparte la cabeza con ella, los pies siempre quedan al aire. Y al revés. Ninguno de los cinco sistemas de distribución de fondos regionales que han regido en España en los últimos cuarenta años han dejado satisfecho a nadie. Puede considerarse un mérito o un absoluto delirio, dependiendo de cómo se mire.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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