Decía Winston Churchill, cuyas frases son un tesoro de sabiduría e ironía, que el problema de su tiempo era que los hombres ya no querían ser útiles, sino importantes. En nuestra época no pasa: los políticos no aspiran a ayudar a los demás ni ambicionan ser importantes (por sus actos); lo único que desean es figurar en las listas electorales, una de las mayores canonjías de nuestra partitocracia, tan generosa con sus intermediarios, ¡ah, los intermediarios!, como avariciosa con los contribuyentes, a los que saquea a diario para mantener el sistema fiscal que a ellos les permite vivir (de escándalo) sin doblarla, simplemente obedeciendo al jefe de escuadra. Es amarga la verdad, como decía Quevedo, pero conviene echarla pronto de la boca.
Las Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo.
Deja una respuesta