La literatura bíblica, que es capaz de obtener exégesis memorables de las Escrituras, tiende a identificar las desgracias de los primitivos judíos con la infertilidad de la Tierra Prometida. “Cuando el pueblo obedecía a Dios, el campo era productivo”, cuenta el Deuteronomio. La desobediencia, en cambio, traía consigo la sequía y el hambre, relata el Levítico. La escasez de agua, un mal natural en un territorio desértico como Judea, simbolizaba un castigo divino. En Andalucía, paradójicamente, los católicos acostumbran a sacar a la calle a las vírgenes cuando la lluvia se hace esperar demasiado. Por supuesto, no sirve para nada, pero a los creyentes les consuela. Es como una contrición. Metafóricamente equivale a pedir perdón. El Mediodía de España ha vivido históricamente pendiente del cielo, igual que el antiguo Israel del venerable libro de los Salmos, que otorga a la voluntad divina el poder de convertir en desiertos los ríos y transformar la tierra fértil en salinas. La sequía es una de las maldiciones (cíclicas) de Andalucía, donde el agua es un bien escaso y con capacidad para desestabilizar la economía y trastocar la política, igual que el gas y los precios de la energía han empezado a condicionar la vida de las familias y lastran el porvenir inmediato de Europa.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
Deja una respuesta