No podemos decir que sea una novedad, aunque sí suponga una sorpresa. Que la Reina de la Marisma no pudiese celebrar su mitin en San Juan de Aznalfarache, mayorazgo de su mini-yo, la máxima autoridad del coup d’état de Ferraz, es un síntoma evidente de que esta campaña está discurriendo cuesta arriba para Su Peronísima, que, al quedarse sin iluminar “a los compañeros y las compañeras”, le dio la correspondiente chapa a los periodistas en el autobús. Y condenó a los mismos taxistas que su dilecto Juan Espadas, el quietista que (de momento) tiene puesto como regente temporal de Sevilla, lleva más de tres años –con sus días y sus noches– protegiendo a pesar de que existen causas judiciales, y episodios sinnúmero, para sanear a un gremio que todavía piensa que vivimos en la Edad Media.
Las Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo.
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