La historia de la República Indígena, esos casi cuarenta años de autonomía que todavía no han conseguido eliminar la distancia –en algunos aspectos sideral– que nos diferencia del resto de España y nos aleja del bienestar europeo, está llena de acuerdos de concertación, pactos entre políticos, empresarios y sindicatos y solemnes declaraciones de buenas intenciones. La unión hace la fuerza –dicen– pero también delimita el perímetro del desastre. De los acuerdos de concertación de los gobiernos socialistas salieron las subvenciones de las que viven o se han lucrado patronal y sindicatos –cuya representatividad es mucho más testimonial que real– y, como hijos malditos, casos de corrupción como los cursos de formación (fantasma) o la paz sucia de los ERES. Dados estos precedentes, ver al Reverendísimo Bonilla celebrar (con los codos) el acuerdo de reconstrucción de la Marisma con UGT, CCOO y la CEA mediante una rúbrica en el Quirinale no es que sea especialmente gratificante, sobre todo cuando sabemos que el dinero público no siempre sirve para aquello que se promete, sino, más bien al contrario, se desvía para actividades cuestionables con la coartada de la concordia social.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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