A un debate electoral se sabe cómo se entra y se desconoce cómo se sale: si de pie, como la dignidad prescribe, o a gatas. En general, se prepara mucho lo que quiere transmitirse a los electores, pero se ignoran los dardos verbales que van a recibirse de los adversarios. El primer duelo televisivo del 19J sorprendió no tanto por su escasa espontaneidad –misión imposible cuando el formato se encuentra hipotecado de antemano por los partidos políticos– como por la ausencia (relativa) de excesiva crudeza, salvo episodios puntuales de sobreactuación. Todos los aspirantes estuvieron contenidos en relación a sus airadas costumbres (parlamentarias). Cada uno interpretó su respectivo guión, con más menos inseguridades y aciertos, y vendió su mensaje, aunque la música general del coro –seis tenores, la mitad mujeres, entonando a veces una endecha o otras un canto a una prosperidad que no existe– sonaba disonante en relación a la verdadera realidad social de Andalucía. Primera conclusión: ni uno de los seis candidatos proyectó su mensaje en dirección al futuro (de todos), sino con respecto al pasado (propio). Suyo.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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