Los altos palacios y las cloacas están siempre conectados. Entre ellos existe un vínculo histórico que explica la posición que cada uno de estos ámbitos tiene en la pirámide social. Ocurre en todas partes. En todo momento. En Sevilla también, por supuesto. Del inmenso caudal de basura del que se nutre la agenda política nacional, la mayoría de los casos de corrupción tienen como epicentro nuestra ciudad: la extorsión de Mercasevilla, el robo en cadena de los ERES, el desfalco de UGT, el procesamiento de la cúpula de la patronal por la desaparición del dinero que habían dado los compradores de unas casas en Sevilla Este.
Todo esto sucede en Sevilla, donde en los últimos tiempos tirios y troyanos se han hecho de oro con el mismo método: primero medraban a través de las asociaciones de representación social, después facilitaban determinados favores y, finalmente, se lucraban gracias a los recursos públicos. Nadie roba dinero particular. No hay demasiado y está penado. En cambio, afanar lo de todos es un deporte nacional. Mires donde mires, casi nadie de la Sevilla oficial parece estar limpio. El último episodio es la ratificación de la condena de prisión de José María del Nido, el presidente del Sevilla FC, procesado por el caso Minutas. Del Nido tendrá que ir a la cárcel y renunciar a la presidencia del club, que ha convertido en una empresa unipersonal, al estilo de Lopera en el Betis.
Mirándolo con detenimiento no debería extrañar demasiado la resolución de su caso: hace meses ya se sabía que el veredicto de la Audiencia de Málaga era de culpabilidad manifiesta. Desde entonces, sin embargo, este personaje, cuyo turbio pasado agrega matices singulares a su futuro carcelario, ha seguido teniendo una proyección social inaudita para ser alguien condenado por un tribunal. Hasta el alcalde, Juan Ignacio Zoido, dijo esta semana que su entrada en prisión es una mala noticia para Sevilla. Lo que no explicó el regidor es el porqué. ¿Por ser su amigo? ¿Por ser el presidente de su equipo? ¿Por tener un cargo con proyección social? Nos quedaremos con el misterio. El alcalde reproduce así la pauta de conducta más habitual en Sevilla en relación a la corrupción: mirar para otro lado cuando el afectado es cercano y levantar el dedo acusador cuando se trata de un adversario. Hipocresía elevada al cuadrado.
Lo más grave es que las palabras de Zoido representan bastante bien el relativismo de ciertos sectores oficiales en relación a estas cuestiones. A la corrupción en Sevilla se la minimiza o directamente se ignora, como si no existiera. En esta ciudad se comenta todo por la espalda, pero a la luz del día se hace un teatro lamentable que consiste en ignorar lo que se presuponga molesto. Zoido demuestra además una singular sensibilidad con los corruptos que le han dado la mano. Puede ser porque en Sevilla el afán de notoriedad siempre ha sido superior a la prudencia y hasta a la vergüenza. Hace apenas unas semanas el rector de la Hispalense se sentaba con Del Nido para presentar –¡me quito el cráneo!, como diría Valle Inclán– un máster en periodismo deportivo patrocinado por el club de Nervión. Insólito es que una entidad que debía ser objeto de investigación periodística constante, entre otras cosas porque no paga los impuestos municipales, patrocine un seminario académico para periodistas. Inenarrable es ya que estuviera acompañado por el representante de la mayor Academia sevillana. ¡Hasta dónde hemos llegado!
Lo más probable es que el dirigente sevillista acuda por su propio pie a prisión y sus homólogos sigan con lo suyo. La misma atención que le han prestado se tornará indiferencia, cuando no compasión. No sé qué es peor: si que te metan en la cárcel por robar o que te tengan pena aquellos que probablemente harían exactamente lo mismo que tú, esos tipos que tienen tantos reparos para mostrar una posición moral definida ante un delito. La caída de Del Nido no sólo desenmascara a políticos y representantes de algunas altas instituciones sevillanas. También descubre cómo son ciertos periodistas. Salvo excepciones contadas, la mayoría de los cronistas deportivos han aplaudido, cuando no protegido, al que ya podemos llamar sin faltar a la verdad delincuente de cuello blanco. Ahora entonarán una bonita endecha y esperarán a ver quién ocupa la presidencia del Sevilla FC para volver a postrarse a sus pies.
El servilismo ante los prohombres es una infame desgracia del periodismo sevillano, que en demasiadas ocasiones parece ser únicamente el negocio particular de una escuadra de hinchas –sean deportivos o políticos, da lo mismo– que persiguen el reconocimiento social agitando las bajas pasiones del personal y empotrándose junto al poder. Su conducta ilustra sobre el trato que la Sevilla oficial depara a quien delinque mientras los escasos hombres honrados que todavía viven entre nosotros son orillados precisamente por tratar de ser honestos. La batalla por la decencia ética está perdida desde hace tiempo en Sevilla, una ciudad convertida en un inmenso bajofondo folclórico.
Jokin dice
A ver cuando, dicho lo dicho por usted, le dedica unas letritas a D. Antonio Pulido, que sigue campando a sus anchas, desde su chiringuito Fundación Cajasol con sus adláteres. Vaya que sí!!