El efecto telúrico de una campaña electoral es asombroso. Todas las cartas (partidarias) están ya dispuestas sobre la mesa; la suerte, echada; la carrera comenzada. El Adelantado Marín, envidia de las academias, se pregunta cómo entrar en la insigne corporación sevillana de Buenas Letras, donde han admitido hasta a Guerra (Alfonso), entrañable descamisado que, en su senectud pensionada, gasta traje de pingüino. El Reverendísimo sonríe (a todo lo que da), las izquierdas siguen perdidas (en una galaxia muy lejana), el Quietista busca un notario y los ultramontani tratan de revivir la Andalucía de nuestros abuelos. Éste es el cuadro, pero la Marisma, territorio de estas inminentes guerras persas, no le importa a nadie. Ninguno de los candidatos habla –ni va a hablar– de los problemas generales.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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