La nueva normalidad -que no es nueva ni normal- consiste, esencialmente, en que el personal retorne a sus asuntos, aunque desde el punto de vista sanitario la pandemia carezca de cura y los encuentros sociales -«señores, no me hagan grupos»- se hayan convertido en una ruleta rusa. ¿Cuáles son estos asuntos?, se preguntarán ustedes, queridos indígenas. Estos días el gobierno de las derechas reunidas nos ha hecho una demostración práctica, ejemplar, diáfana. La agenda oficial del arranque de esta tercera fase de la desescalada define cuáles son las prioridades de este momento, en el que muchos recuerdan a los muertos y otros deben ingeniárselas para sobrevivir en una economía donde empresarios, autónomos y profesionales se juegan la hacienda mientras los empleados públicos y los funcionarios disfrutan de la certeza de que ninguno de los gobiernos van a tocarles un euro de sus nóminas, que pagamos todos. No está la cosa para perder más votos. Antes se pierde la palabra y se sacrifican las prometidas reformas para evitar que la autonomía continúe siendo un abrevadero pensionado.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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