DE entrada, si uno no quiere hacer mucho el canelo, conviene partir de la base de que todas las encuestas electorales que en el mundo han sido -y serán- no son más que una forma costeada de mentir con el sustento aparente de las estadísticas. No se trata sólo de que en todas ellas exista cocina; es que son brebajes poco saludables, condimentados además por aquel que las encarga, porque pagarlas, lo que se dice pagarlas, tanto la que embellece estos días a los escabechistas, como la otra -esa ocurrencia que nos presenta como cosa cierta el delirio de los susánidas– las pagamos todos nosotros. De forma directa o indirecta ambas se abonan con dinero público. Pagamos, en consecuencia, para que nuestros políticos presuman de un ascendente electoral que es indudable que no tienen.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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