En una guerra por el poder -eso y no otra cosa son unas elecciones- la exageración es un arma tan útil como peligrosa. Un cuchillo de doble filo. Igual que el exceso de confianza. En esto sucede lo mismo que en el instante postrero: uno no se muere hasta que se muere. Entonces es cuando realmente está muerto. Es decir: ya no está. Esta es la sensación que deja el último estudio electoral de los tristanes, famosos por su capacidad para hacer categoría de la anécdota, por su puesto a mayor gloria del Quirinale, aunque quienes paguemos esta fiesta y todas las demás diventiamo noi. A juzgar por el último barómetro de San Telmo, el Reverendísimo se ha escapado del pelotón ciclista pero no termina de llegar con suficiencia a la meta (sin Vox). Es el diagnóstico general de todos los sondeos desde hace meses, lo que significa que el desorden político, y por tanto la incertidumbre, es un elemento estable.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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