Zeus sigue en plena forma, aunque la misa (solemnis) se impartiera esta vez detrás de un hermoso piano negro de cola que le servía de defensa (ante el público) o como aquel barco a la deriva, azotado por la furiosa tempestad nórdica, del famoso cuento de Edgar Allan Poe. Bob Dylan, el poeta popular (sin libro sancionado) al que la academia sueca situó hace dos años para escándalo de los puristas en la misma estirpe sagrada de Homero y Shakespeare, reapareció en Salamanca el sábado pasado después de tres largos años de ausencia en las Españas con la misma pose que un venerable Dios griego. Puntual como el tiempo, hierático como una estatua y poderoso como una criatura mitológica.
Las Disidencias del martes en #LetraGlobal
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