La política en España se ha convertido en un chiste. El problema es que sólo tiene gracia para quienes lo cuentan: nuestros gobernantes. Los demás costeamos sus risas. El independentismo celebra estos días en Cataluña su última resurrección mientras en la República Indígena los susánidas, que son nuestros particulares nacionalistas de aldea, insisten de cara a la galería en que la trascendental batalla de las 35 horas no se ha saldado con su derrota, aunque por si acaso dejan temporalmente en barbecho la fórmula que María Jesús Montero, la consejera de la cosa, había concebido para saltarse a piola la sentencia del Constitucional que tumba la gran baza electoral del PSOE indígena, no vaya a ser que alguien frustre para siempre el trile que nos están preparando con forma de adelanto electoral. Son hechos preocupantes. Ambos demuestran que la verdad, esa flor extraña, es la primera víctima del dogmatismo.
Las Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo.
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