El egocentrismo es un requisito inexcusable para ejercer la política y, al mismo tiempo, la principal celada –por decirlo a la manera de Jorge Manrique– en la que encallan nuestros próceres. Todos, sin excepción. Hay casos leves, otros agudos y algunos patológicos. En el caso del candidato del PSOE al Quirinale, el Ungido Espadas, estamos ante el último de estos tres supuestos, aunque muchos crean que su diagnóstico es benigno. El cabeza de lista (electoral) de los socialistas indígenas lleva, igual que su antecesora, tres años metiendo miedo ante la hipótesis de que los ultramonani penetren en el Palazzo de la Marisma y sienten sus reales (antiguos) en la que considera la sua poltrona (por derecho natural).
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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