El entierro va por barrios. Recorre pueblos. Atraviesa comarcas. Igual que la Santa Compaña. Pero el moribundo -el PSOE indígena- siempre es el mismo, aunque algunos insistan en resucitarlo, cual alfeñique, antes de que se consume la gran pérdida de Alhama. El drama de los susánidas es el mismo que cantaba el romance anónimo: «¿Para qué nos llamas, rey,/a qué fue nuestra llamada?/Para que sepáis amigos,/la gran pérdida de Alhama». Cuentan que la Reina (destronada) de la Marisma le ha puesto velas a todas las vírgenes, santos y beatos que ha encontrado por los caminos del Sur, confiando, como los desahuciados que están con el pie en el estribo, en un milagro que evite su expulsión del Quirinale. Hasta ha dado orden a sus heraldos, que desean seguir recibiendo el óbolo bendito, para que amplifiquen el conflicto entre las derechas, que escenifican sus disonancias sólo para dotar de credibilidad su alianza, que no tiene necesariamente que sustentarse en sus coincidencias, que son muchas, sino en algo aún más poderoso: la voluntad (compartida) de sacar al peronismo rociero de las magistraturas meridionales.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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