Suele decirse que en la vida vale más un mal acuerdo que un buen pleito. No está todavía claro si, tras el viraje en política exterior acometido por el presidente del Gobierno en relación a Marruecos y el Sáhara, estamos ante el primer supuesto o inmersos en el segundo. Las explicaciones oficiales han sido parcas y contradictorias, en especial con respecto a la derivada argelina. Pero lo que predomina en Andalucía, que es el segundo frente –detrás de Canarias, Ceuta y Melilla– en el caso de una nueva crisis migratoria, es una sensación de asombro y desconfianza que, en buena medida, es también dominante en el resto de España. La sorpresa deriva de las formas elegidas –una decisión unilateral de Moncloa, sin debate parlamentario, sin discusión en el seno del Ejecutivo, anunciada por Mohamed VI– y la falta de entusiasmo se debe tanto al beneficiado por la decisión (Marruecos) como al perjudicado (el Frente Polisario). Andalucía se encuentra escindida entre estas dos orillas.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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