Los grandes escritores moralistas, desde la tradición francesa que comienza en el siglo XVII y termina con la Ilustración, hasta los momentos contemporáneos, que no son exactamente los presentes, sino los que dieron forma a nuestro pasado más inmediato, gozan de una injusta consideración en la era fragmentaria y líquida de la posmodernidad. Se les tiene por anacrónicos. Aún más: como voluntariosos dogmáticos, aunque el significado de ambos adjetivos no tenga ningún sentido cuando se enuncia desde el cómodo sofá del relativismo, que sustituye el pensamiento por el interés partidario. La democracia española, esa imperfecta hija de la Transición, resultado de una reforma política hecha desde arriba hacia abajo, y que se cuidó de no convertirse en ruptura, vive, más de cuatro décadas después de su instauración, una crisis cultural sistémica. ¿Por qué Hay un relato al respecto, construido desde dentro, que describe la coyuntura actual como un un cuento de guerra: el castillo democrático, tal y como lo conocemos, estaría siendo objeto de un ataque liderado por los nacionalismos y los nuevos populismos, en apariencia de perfil antagónico pero semejantes en sus formas retóricas y sus actos políticos.
Las Disidencias en #LetraGlobal.
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