Las revistas literarias son una de las formas más hermosas de ejercer eso que desde antiguo se conoce como el periodismo menesteroso. En general, gozan de mala prensa, tienen una vida más bien efímera y, en algunos casos concretos, su trayectoria es tan breve como ruinosa. Dados estos antecedentes históricos es natural que se considere una locura el hecho de fundar una. Sin duda, podríamos considerarlo un acto heroico y demencial. Justamente por eso en Crónica Global lo hemos cometido sin dudar, haciendo de la inconsciencia nuestra valentía. ¿Quién dijo miedo? En un mundo en el que las noticias se han convertido en commodities, término con el que los norteamericanos designan los productos hechos en serie, y cuya abundancia en cualquier mercado provoca irremediablemente el hundimiento de su precio –que desde Machado sabemos que no es equivalente al valor real de las cosas–, sacar a la calle una publicación cultural y de ideas, a la manera de ilustres precedentes como las cabeceras españolas Revista de Occidente o Litoral o las americanas Vuelta, Proa o Sur, no es muy distinto a escribir versos delante de un público que se dedica a sacarse selfies. Y, sin embargo, no hay honor mayor en el mundo del periodismo que crear un foro común para pensar y escribir en libertad, sin las ataduras de los dogmatismos estrechos, y sin más identidad (confesa) que la vocación de los cosmopolitas devocionales.
Las Disidencias en #LetraGlobal.
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