El refranero, compendio de sabiduría ancestral, es un juez infalible. Entre otras razones, por la exactitud de su crudeza. “Reunión de pastores, oveja muerta”. No cabe mejor descripción para el congreso reload del PP celebrado este último fin de semana en Sevilla, donde los barones, que ejercieron como mayorales de la finca, entronizaron a Feijóo siguiendo el manual de la democracia orgánica, ese viejo concepto absolutista que consiste en sancionar la voluntad de los notables y sus familias con la adhesión a posteriori del cuerpo electoral. El sacrificado, claro está, fue Pablo Casado, que intentó camuflar bajo un manto de dignidad –armiño raído para un infante destronado– lo que desde el primer momento ha sido una derrota colosal. Como el PP no cree en los mártires, a pesar de su cercanía a la tradición democristiana, hubo mucha cortesía aparente: saludos, besos gélidos y palmadas en la espalda para el ajusticiado de Génova, pero en el Palacio de Congresos de Sevilla, diseñado por Guillermo Vázquez Consuegra, se respiraba lo que en su día el gran arquitecto sevillano definió como una “vibrante atmósfera de plata”. Todos fingían entusiasmo, pero con un perfume algo extraño.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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