A estas alturas del cuento –que es farsa y comedia al mismo tiempo– uno, la verdad, no sabe bien qué es peor: si que la segunda ola del coronavirus haya destrozado todas las mentiras de la Moncloa y el Quirinale, provocando más contagios y muertes únicamente por la decisión política compartida de fingir una normalidad imposible, simulando además que habíamos ganado una batalla que en ningún momento hemos librado, o la consecuencia, esencialmente trágica, de estar completamente cercados por la desgracia y en manos de los reyezuelos de las taifas en las que –sin cambiar la Constitución, por el procedimiento de ignorarla– nuestros próceres han convertido la España de nuestros padres. El neopaludismo se extiende por la Marisma al tiempo que sus próceres se enmiendan a sí mismos, poniendo cara de nosotros no tenemos la culpa, y se olvidan –súbitamente– de todos los mensajes de estos últimos meses. ¿Los recuerdan? Uno era: “Todo está bajo control”. Otro rezaba así: “Somos un destino seguro” (para contagiarse). Vamos derechos al colapso hospitalario porque se ha preferido esperar a ver cómo se decantaban los acontecimientos en vez de adelantarse a ellos.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
Deja una respuesta