La estrategia Banon –escandaliza y ganarás, porque todo el mundo hablará de ti– funciona como un reloj suizo en la nueva Andalucía de las derechas, que hace tres meses largos dejó de estar regida por los socialistas para convertirse en el laboratorio político de un tripartito tácito donde dos –PP y Cs– gobiernan y un tercero, Vox, ejerce como árbitro de mayorías en un Parlamento atomizado. Desde que el 2D el PSOE perdió el poder en el Sur, toda la agenda política, de forma indirecta o indirecta, gira alrededor de la organización de Santiago Abascal, a la que las encuestas le sonríen lo suficiente como para que sea plausible –aunque no segura– la hipótesis de trasladar la alianza meridional al Congreso. A pesar del enfriamiento de la efervescencia previa al adelanto de las generales, cuyos parámetros globales siguen oscilando entre el bloque PSOE-Podemos-Independentistas y la triple alianza presente en la Plaza de Colón, Vox es quien más y mejor partido en términos de imagen, presencia e influencia –ya veremos el 28A qué pasa con los votos– está sacando de la experiencia andaluza, sin sufrir además entre su electorado el desgaste inherente a gobernar. La táctica de sacudir el arco parlamentario para aparecer como referente ante los electores funciona. Hasta el punto de que tienen más trascendencia los mensajes de Vox, incluso aunque carezcan de viabilidad legal, que las medidas que adopta el gobierno de PP y Cs, que de momento son tan tímidas que cuesta pensar que se haya producido un cambio en la Junta.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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