Gimferrer, al principio, era una melena rebelde, la melena de un joven y extrañísimo poeta. Ahora, con el pelo cortado a la manera de los catedráticos eméritos, pero con la misma parsimonia de los grandes escépticos, parece un filósofo centroeuropeo: atento a todo y, al mismo tiempo, con un cierto aire de despiste, entre dandy y cercano. Es un sabio porque siempre se ha dedicado a lo que más le gusta –los libros, el arte, la música– y no le ha ido demasiado mal, quizás porque aprendió muy pronto que la vida es demasiado corta para desperdiciarla haciendo aquello que no quieres o pretendiendo conseguir lo que no tienes. Hace unos días le han dado –porque los premios se otorgan, no se ganan– el García Lorca de Poesía, un galardón que el Ayuntamiento de Granada instauró en 2004 para conmemorar al escritor de Fuentevaqueros y celebrar la poesía, ese pan tan escaso.
Devoción & carroña
“Sabemos lo que somos, pero no lo que podemos ser”, dice Shakespeare en su Hamlet. No hay verdad más cierta. La vida, incluyendo dentro a la política, que es su variante más imperfecta, tiene la capacidad de trastocar la personalidad, mudar el carácter y provocar vocaciones que a primera vista parecen religiosas pero cuyo origen real resulta ser bastante terrestre. Más que magia por contacto, que es como Jakobson explicaba la función metafórica, aquí podríamos hablar de devoción por interés. A este respecto nos parece todo un hallazgo el ejemplo de la directora del Instituto Andaluz de la Mujer, Elena Ruiz, cuya cuenta en twitter demuestra cómo hacer carrera en la República Indígena. Esta dirigente del PSOE, en cuyo currículum predominan los cargos de confianza tanto como escasean los méritos profesionales, colgó una foto de Su Peronísima abrazando a un niño, rodeada de mujeres sonrientes y con la Querida Presidenta –en el centro de la imagen– en modo maternalista, que es la variante femenina del paternalismo. Y escribió: “Ella es así, cercana y cariñosa. Pocas personas he conocido como Ella. Por eso es la presidenta de todos los andaluces y andaluzas. ¡Gracias presidenta!”. Seguro que es un mensaje sincero. Y, sin duda, precioso.
Las Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo.
La ‘sharia’ cofrade
Nuestros particulares costumbristas, a los que últimamente teníamos algo abandonados pero no perdidos, porque ellos son la referencia que nos guía (para salir disparados en la dirección contraria), la luz que alumbra nuestros pasos y el ejemplo manifiesto de cómo se puede confundir la nostalgia personal con los dogmas, se han llevado esta semana el extraordinario disgusto de ver cómo la web de arquitectura más prestigiosa del mundo -Archdaily- señalaba al Caixaforum de Sevilla, una obra de Guillermo Vázquez Consuegra, su particular obsesión, como el mejor edificio del año. Todo un logro del talento individual conseguido, como siempre, a contracorriente, en pleno territorio indígena, tan dado a los interesados autos de fe promovidos por quienes no creen más que en su estampa y sueñan -en vano- con la utopía regresiva de que la Sevilla de su infancia se mantenga con la misma salud de una momia.
La Noria del miércoles en elmundo.es
¿La hora de Ciudadanos?
Todas las encuestas, que ya sabemos que son una manera de fabricar mentiras y construir verdades que en ocasiones terminan siendo ciertas, señalan un intenso ascenso en intención de voto –la simpatía es otra cosa– en favor de Ciudadanos (Cs), la fuerza política que nació hace un decenio largo en la Cataluña hostil del independentismo y desde entonces sueña con resucitar, con variantes, el proyecto de centro de UCD, aquel partido creado por las élites del franquismo para que la Santa Transición no se les fuera de las manos; al menos hasta suavizar el marxismo de los socialistas tradicionales, que ocuparon el centro político por la vía de la renuncia, el engaño y hasta la impostura, dependiendo de cómo queramos verlo.
Los Aguafuertes del lunes en Crónica Global.
El ensayista Gil de Biedma
Gil de Biedma era un tipo extraño: se hacía preguntas en un país más bien dado a las proclamas identitarias y solía matizar mucho sus opiniones en lugar de lanzarlas, como cuchillos, en dirección a la yugular del interlocutor. Ambas cosas, unidas a algunos excelentes poemas y a su leyenda de homosexual y noctámbulo, ejecutivo de una compañía de tabacos en horario diurno, hicieron lo necesario para situarlo entre los mejores escritores en español de la segunda mitad del pasado siglo. Su obra, que una parte de la crítica sitúa como antecedente de la llamada poesía de la experiencia, aunque algunos de sus más significados nombres dejaran de tenerlas hace tiempo, es sin embargo un monumento –anómalo dentro de la tradición española– al prosaísmo poético, en este caso en su variante más elegante.
