No hay nada que irrite más a los dogmáticos que la libertad ajena. Hace unos días vimos reunirse en la Plaza Nueva a decenas de personas para reclamar al Pleno, donde se sientan sus representantes, que no discutieran una moción de IU para que los ediles no participen en actos religiosos. La propuesta fue desestimada, lo que supone un acto de normalidad democrática: un concejal propone algo en función de sus compromisos electorales y el resto votan en función de los suyos. Las mayorías mandan; las minorías son respetadas. Todo razonable y, como dicen en la Argentina, obvio. En Sevilla, sin embargo, se ha interpretado como un pecado contra la historia sagrada.
La Noria del sábado en El Mundo.
