En una de sus iluminaciones Juan Ramón Jiménez definió la esencia de lo clásico con estas palabras: “Clásico significa actual, es decir, eterno”. En 1597 un hombre de cincuenta años mal contados dio con sus huesos en una de las mortecinas mazmorras de la Cárcel Real de Sevilla. Entre sombras y durezas, colmado de hastío, comenzó con unas palabras aparentemente vagas una crónica sobre la decadencia de las pasiones humanas. Escribió una fábula dedicada al atributo más humano que existe: el fracaso. Un mal universal porque todos hemos sentido alguna vez derrumbarse los sueños, el cansancio que agarrota la espalda y el sabor del desencanto. La verdadera epopeya quijotesca no es más que esto: la carga melancólica de un hombre que contempla cómo sus ideales se difuminan.
Darío, el cisne del cuello roto
El cambalache de las fechas siempre es una buena excusa para recordar a escritores y poetas olvidados. Los aniversarios son un buen pretexto para sacar del baúl del olvido a poetas que en su día soñaron con alcanzar la inmortalidad y que tras el paso del tiempo nadie lee si no es por estricta obligación escolar. Nunca dejaron de ser grandes, pero ya no les hacemos caso. Uno de ellos es Rubén Darío Sarmiento. Está en el canon lírico en lengua española, es cierto, pero su obra para algunos se ha convertido en un hermoso anacronismo. Su prosa es prácticamente desconocida. Tampoco se le recuerda como periodista. Su imagen quedó resumida para siempre, y de una sola vez, en la famosa foto que lo inmortaliza como prematuro cónsul de Nicaragua en París.
Delibes, el cazador de palabras
Siempre llegábamos a sus libros a principios del caluroso mes de junio, cuando el curso expiraba y nosotros, los escolares, pensábamos en los exámenes finales, que nos aguardaban como asesinos ocultos detrás de las esquinas de la clase. Su rostro estaba en el último tercio del manual. Era como un paréntesis en el temario: resultaba raro estudiar en clase al escritor que más leíamos en casa. Una suerte que sólo explica la falta de competencia provocada por el exilio republicano. Delibes entró en los libros de texto joven y terminó quedándose para siempre. Esta gloria escolar tan temprana ha terminado perdurando.
La democracia aérea
JOSEP PLA escribió que la Segunda República española empezó con un gobierno liberal a la francesa, que creía en los negocios y en el confort burgués, encarnación de la Tercera España fallida de Chaves Nogales, y terminó convertida en un régimen populista. Llegó tras unas elecciones locales.Desde entonces nuestra cultura política cree que los comicios municipales son un termómetro social infalible. Es cierto. Antes de un terremoto se producen temblores previos, avisos. En política son las tendencias de voto.
La novela: un espejo cóncavo
A principios de los años veinte Ortega y Gasset pronostica el cáncer definitivo de la novela. Un género en clara decadencia, según su diagnóstico. El tiempo ha pasado y ha ocurrido lo contrario: la novela ha sobrevivido a todas las vanguardias, tan pretenciosas como efímeras, y a las singulares innovaciones que en su día fueron la última moda indiscutible, sin dejar en ningún momento de ser el género más importante de los dos últimos siglos. Desde hace tiempo todo el mundo escribe novelas. O, al menos, lo intenta. Que se consiga ya es otra cuestión.