En el eterno debate sobre las relaciones, no siempre pacíficas, entre la cultura y la política, actividades cuyos vínculos oscilan entre la contradicción frontal y la convergencia tormentosa, sin descartar la síntesis, esa flor tan extraña, con frecuencia se reproduce la secular incógnita del cuento: ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? Desde el punto de vista científico no cabe duda: el embrión siempre precede a su consecuencia, aunque –desde Aristóteles– todos sepamos que una cosa es poner un huevo y otra, muy distinta y sin duda azarosa, ver nacer al ave cuya abstracción no es real hasta que el ciclo de la vida se manifiesta. Gallinas, haberlas, haylas, pero no todas son iguales, del mismo modo que existen huevos de distintos tamaños y cualidades (organolépticas, cabría añadir).
Los Aguafuertes en Crónica Global.

