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The Objective

José Eustasio Rivera y su viaje a las tinieblas del caucho

carlosmarmol · 16 septiembre, 2024 ·

José Eustasio Rivera (1888-1928) murió en Nueva York una mañana de diciembre. Con seguridad, en las calles nevaba, pero su cuerpo ardía como una rama a punto de quebrarse. Hay quien sostiene que su deceso aconteció por un derrame cerebral súbito, precedido de una hemiplejía; otros afirman que las convulsiones que zarandeaban su cuerpo se debían al paludismo contraído, tiempo antes, en las húmedas selvas fluviales de Colombia. Cabe la posibilidad de que ambas versiones sean correlativas y la malaria, instalada en su sangre, causase su muerte cerebral. Se le incendiaron las sienes. No volvió a ver más la luz del día. Rivera, cuyos restos están enterrados en el cementerio central de Bogotá, peregrinó –in articulo mortis– desde Estados Unidos hasta la capital de Colombia en un trayecto que, según explican las crónicas, duró cuarenta días y exigió transbordos de toda clase. Su viaje final no fue tan sencillo como cruzar la Estigia –representación clásica del tránsito a la otra orilla, de la que ya no se vuelve más– pero, de cierta forma, tenía un sentido. Al menos, si se entiende de manera inversa, porque fue también un tormentoso viaje el que sellaría su destino y elevaría su nombre al ilustre panteón de los escritores de la literatura hispanoamericana.

Las Disidencias en The Objective.

George Orwell y la profecía de la ‘posverdad’

carlosmarmol · 10 septiembre, 2024 ·

“Era un frío y luminoso día de abril y los relojes marcaban las trece. Winston Smith, con la barbilla en el pecho, se esforzaba en burlar el molestísimo viento. Se deslizó con rapidez entre las puertas de cristal de las Casas de la Victoria (…) El vestíbulo olía a legumbres cocidas y a esteras viejas. Al fondo, un cartel de colores, demasiado grande para hallarse en un interior, pegado a la pared. Un enorme rostro de más de un metro de anchura: la cara de un hombre de cuarenta y cinco años con un bigote negro y facciones hermosas y endurecidas”. Los lectores que pasaron, siquiera de manera fugaz, por las librerías londinenses el 8 de junio de 1949, hace 75 años, se encontraron con esta descripción ambiental, precisa y construida a partir de una poderosa imagen, al abrir la primera página de una novela, publicada por el sello Secker y Warburg, en cuya cubierta se leía –escrita con letras, en lugar de con números– una fecha de cuatro dígitos: 1984. Su autor moriría (prematuramente) unos meses tarde, tras rendirse ante una tuberculosis contraída por haber vivido como un vagabundo callejero y anónimo para experimentar en primera persona el azote de la pobreza y poder escribir sobre ella. Era, claro está, un periodista. Esto es: un escritor realista. Y, sin embargo, se despediría de esta vida –recién salido de sus segundas nupcias– con una fábula sobre un mundo imaginario en el que el fanatismo rige la vida de unas personas que casi han dejado de serlo.

Las Disidencias en The Objective.

Willy Loman: 75 años de un viajante (in)mortal

carlosmarmol · 7 septiembre, 2024 ·

Un drama familiar con un aire inequívocamente burgués sobre el calamitoso derrumbe de las grandes esperanzas, atravesado por el pecado bíblico del adulterio. La primera impresión que debió dejar Muerte de un viajante, la obra maestra de Arthur Miller (1915-2005), a los espectadores que acudieron a ver su estreno en el Teatro Morosco de Broadway (Nueva York) la tarde del 10 de febrero de 1940, dirigido por Elia Kazan, hace tres cuartos de siglo, fue la contemplar una cruel parodia sobre la vida sobre un hombre vulgar, incapaz de enfrentarse con la realidad. La pieza fue contratada durante ochocientas funciones y estuvo dos años ininterrumpidos en cartel. Un éxito colosal para tratarse de una historia muy simple sobre un individuo al que el destino hace picadillo. Nada que no suceda en todos sitios todos los días. La obra, que se había testado días antes en Filadelfia, causó asombro y provocó una hondísima impresión.

Las Disidencias en The Objective.

G.K. Chesterton: discutir de teología sin que lo parezca

carlosmarmol · 31 agosto, 2024 ·

“Nuestra democracia tiene una sola falta grave: que no es democrática”. Nadie practicó mejor que G.K. Chesterton, el ingenioso escritor inglés al que leer equivale a ver el cielo cargado de estrellas en una hermosa noche de verano, la retórica –deslumbrante– de las paradojas. Escribió mucho (era periodista, no estaba delgado y practicaba las pasiones de la carne, como todo católico que se precie de serlo) y, en general, lo hizo de forma deslumbrante, pues no es una tarea menor ni sencilla –diríamos que se antoja milagrosa– combinar el humor y la ironía (made in England) con la severa profundidad de la teología. Fieramente independiente y convencido al mismo tiempo de sus creencias, Chesterton es una máquina de pensar que nunca renuncia a deleitarnos con esa forma de comicidad característica de los hombres sabios con los que se podrá estar o no de acuerdo, pero que, sin embargo, merecen nuestra atención.

Las Disidencias en The Objective.

Churchill y los secretos de la ‘Operación Overlord’

carlosmarmol · 29 agosto, 2024 ·

En sus disquisiciones sobre arte poética –seis conferencias pronunciadas ante los académicos de Harvard durante los dos años de la era de acuario–, Jorge Luis Borges afirmó, con una seguridad pasmosa, que “a pesar de que la vida de un hombre se componga de miles y miles de momentos y días, esos muchos instantes y esos muchos días pueden ser reducidos a uno solo: el momento en el que un hombre averigua quién es”. El escritor argentino se refería a esa hora, soberbia y trágica, en la que un individuo cualquiera, sea noble o vulgar, se enfrenta cara a cara, de una vez y para siempre, con su verdadera imagen. Descubre entonces exactamente cómo será recordado o si su rostro tendrá las facciones del olvido. Y comprende que ya nunca podrá alterar ese instante definitivo, por usar el concepto de Cartier-Bresson. Para Sir Winston Churchill (1874-1965), el premier británico que condujo al Reino Unido desde la soledad ante el horror nazi hasta la victoria definitiva en la Segunda Guerra Mundial, descendiente de John Churchill –primer duque de Marlborough (siglo XVIII)–, tenaz fumador de habanos (su afición por el tabaco mereció el alto honor de dar nombre a una vitola propia), esta confluencia de coordenadas –una fecha exacta en el calendario, a una hora concreta, en un sitio preciso– probablemente sucedió el 6 de junio de 1944, que es la fecha en la que tuvo lugar la Operación Overlord.

Las Disidencias en The Objective.

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Ilustraciones: Daniel Rosell