Sevilla es una ciudad donde el carácter suele estar en venta y los principios son un estorbo. Se preguntarán ustedes el porqué. Yo también. Algunos ilustres doctores en el arte de marinear por los círculos concéntricos de la estructura social sevillana, denominación que pertenece a Pepote Rodríguez de la Borbolla, según nos contó él mismo en una de las míticas entrevistas impertinentes -aquí termina el spam-, sostienen que no hay más remedio. Para prosperar aquí conviene que ser flexible. Mucho. Demasiado. Hasta arrastrarse. Para otros, en cambio, las mudas de opinión son un ejercicio de cobardía, una muestra evidente de interés fenicio.
La Noria del miércoles en El Mundo.
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