Toda la literatura del costumbrismo sevillano, ese subgénero localista que confunde la sensibilidad con la sensiblería, y que se presenta como un refinado producto espiritual siendo en el fondo un fenómeno reaccionario, pues su visión sobre la ciudad es consecuencia de una patología camuflada bajo el falso amor, se basa en la singularización artificial de Sevilla. Siempre hemos creído -a contracorriente de ayatolás, monaguillos y demás ralea- que nos iría mejor si en lugar de dar por sentado que somos estupendos nos aceptáramos como simples indígenas meridionales. Donde existe la (auto)crítica cabe la posibilidad de que algún día se produzca un cierto progreso cultural -el material sólo es un espejismo-. Pero donde reina la vanidad estúpida de los pueblos que se creen su propio victimismo lo inevitable es que la realidad se resuma en una estampa.
El aura de Sevilla
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