Sevilla no ha tenido suerte con sus alcaldes. Y eso que hemos disfrutado de regidores de todas las especies: desde tristes (fue el caso de Manuel del Valle) a animados barriletes cósmicos, como Zoidus. Y, entre medias, toda una galería de criaturas que incluye a narcisistas (Rojas Marcos y Monteseirín), ilustres marquesas -Becerril y su porte ancestral- e insignes quietistas, como es el caso de Espadas, al que desde que decidió cortar árboles como si no hubiera mañana la oposición le llama Juan Serrucho. En honor a la verdad hay que decir que los más discretos tras dejar el poder (nunca voluntariamente) han sido Del Valle, que desde entonces se dedica a sus negocios; Rojas Marcos, retirado en su Sangri-La de la calle Castelar y Becerril, que hasta abandonó por voluntad propia el famoso apartamento público que tenía alquilado -a un precio prehistórico- en el Patio de Banderas.
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