Cuando un gobernante -cualquiera que sea su rango- dice que ha tomado una decisión por nuestro bien conviene echarse a temblar o agarrarse la cartera, si hubiera o hubiere. O ambas cosas. Por lo general, estas bondadosas resoluciones políticas o nos cuestan más dinero (de lo normal) o de beatíficas no tienen nada. Ni el nombre. En la súbita guerra del árbol que desde hace semanas mantiene sublevados a muchos vecinos y organizaciones sociales y civiles de Sevilla, opuestas a la tala masiva y sistemática que ha decidido de forma unilateral el gobierno del alcalde más quietista que vieron los siglos pasados y verán los venideros, ocurre básicamente esto. Espadas niega la mayor -una tala indiscriminada- y dice que están actuando por el bien de todos porque en Sevilla las ramas de los árboles matan.
La Noria del miércoles en elmundo.es
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