Napoleón, al que el astuto Fouché se dirigía siempre llamándole sire, con una ironía temeraria camuflada de cortesía, decía que un embajador es un policía con traje de etiqueta. Las formas suavizan el fondo, pero no anulan la evidencia: los diplomáticos se deben antes a los cancilleres –que los nombran– que a sus propias naciones. Es el caso de Alejandro Hernández Valdés (Madrid, 1964), l’ambasciatore di Abascali, a la sazón (o sin ella) jefe de Vox en las Cinco Llagas y, desde esta semana, “la única oposición real al gobierno [de la Junta]”, dada la irrelevancia de los susánidas (esa secta esenia sin profeta) y el furor bélico de los grupúsculos de la izquierda, sumidos en una guerra que no le importa a nadie. Para estar en la oposición, Hernández Valdés manda troppo. Según algunos, demasiado.
El Bestiarium en El Mundo.
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