El miedo es el lenguaje más universal que existe. No necesita palabras ni gramática. Basta con sentirlo. Tras los atentados yihadistas de Barcelona y Cambrils, que vuelven a situar a España en zona de guerra abierta, en Sevilla ha vuelto a evocarse el escalofrío colectivo de la última Semana Santa, rota por un miedo tan atávico como ficcional. El problema es que este pavor, por fortuna subjetivo, pueda convertirse cualquier día en cierto. El alcalde trata de evitarlo pidiendo calma: «Las administraciones se toman enormemente en serio la seguridad y los dispositivos policiales se refuerzan ante los grandes eventos». Queremos creerle, pero los indicios no casan exactamente con una afirmación tan categórica que, por otra parte, vincula la seguridad ciudadana exclusivamente a la Semana Santa y a la Feria, obviando que la ciudad va a tener que lidiar a partir de ahora con esta cuestión durante los 365 días al año.
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