La ruina es más rápida que el entendimiento. Cuando te quieres dar cuenta, la tienes encima. Igual que un camión que, de repente, se sale de la carretera y te aplasta al cruzar la calle. Que en la República Indígena (históricamente tierra de quebrantos) el coronavirus, tras matar a 1.238 personas, a las que algunos quieren olvidar antes que sus propios deudos, va a cobrarse una colosal factura económica no es ningún secreto. Es un certeza. A pesar de los 40 años de Estatuto, la Marisma continúa siendo dependiente por la permanencia de un modelo cultural nacido al calor de la antigua tradición agraria, donde la riqueza no surge del talento, sino que está atada a la propiedad y al monopolio mercantil de las influencias. La autonomía, básicamente, consistió en convertir estas viejas cadenas en una institución política que ha perpetuado, con variantes contemporáneas, una postración ancestral. Aparentemente, nada es como fue, pero en el fondo todo sigue igual.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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