Un hombre no es más que una criatura de barro. Arcilla mojada. Un material frágil hecho a partes desiguales de esperanzas y desengaños. El destino le permite cambiar de aspecto y mudar el sitio donde padece (o disfruta) el carrusel ingrato de la existencia, pero la esencia humana es sustancialmente idéntica en todas partes. Norte y Sur. Este y Oeste. Nada de lo que creemos distinto o nos parece diferencial perdura pasado un tiempo: a todos nos iguala el calendario. Con independencia de los espejismos de prosperidad, efímeros, condensados en ilustres sagas familiares y estirpes sociales, el sustrato del desamparo íntimo perdura en el alma de todos los seres humanos porque nos antecede. Las historias presentan escasas variaciones. En todas hubo una vez una época, olvidada, en la que el horizonte vital era chato: el presente se vivía como cosa incierta; el pasado apenas era un surco irregular trazado con un palo en la tierra; y el futuro, esa utopía, se presentaba como una ensoñación sórdida.
Las Disidencias en #LetraGlobal.
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