El primer rasgo de la cultura andaluza, para espanto de quienes todavía vinculan la identidad social con el ejercicio de la creación individual, es que no existe. Es una ficción. Esto, que puede parecer una provocación porque cuestiona el principio sobre el que se ha construido el relato oficial de la gran autonomía meridional de España, resulta una evidencia: si hay un denominador entre las diferentes expresiones culturales que tienen su origen en el Sur es la voluntad de que su influencia no se limite al lugar de donde surgen. El fuego del hogar, origen de las civilizaciones ancestrales, y cuyo imaginario sigue presente con fuerza en la cultura de Andalucía, explica la historia, pero no el presente –y tampoco el porvenir– de las formas de sentir que se practican en sus ocho provincias, que a su vez se subdividen en distintos universos: rurales unos, urbanos otros; litorales y de interior, orientales y occidentales.
Un artículo para el Suplemento Cultura/s de La Vanguardia.
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