Andalucía ha vivido históricamente de su estampa. Entiéndase bien: gracias a la imagen que otros han construido sobre ella. Un retrato que ha terminado siendo aceptado –por interés en unos casos; por desesperación en otros– e incorporado a una suerte de imaginario identitario que, en teoría, la define, pero que en el fondo la reduce a jugar un papel secundario en el tablero político y otro instrumental en el ámbito económico. En términos culturales, el Sur es uno de los territorios ancestrales de la tradición agraria, pero –cosa que no siempre se recuerda– desde el principio estuvo vinculado también, con éxito dispar, a las primeras formas de industria. Desde las primitivas explotaciones mineras de la Baja Andalucía a los primeros ensayos productivos del litoral de Málaga o Cádiz, la industria meridional es una constante.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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