“¿Qué niño inteligente tendría el valor de comprobar la documentación de Papa Noel?”. En esta frase, escrita con una indudable ironía, incluso diríamos que con cierto sarcasmo, que es uno de los signos que distinguen a las mentes independientes que se atreven a pensar por sí mismas, está resumida buena parte de la desgracia y el delirio que han marcado la historia reciente de China, ese gigante que ya no está dormido, durante los últimos setenta años. Exactamente desde el día en el que Mao Zedong, cabecilla de una revolución campesina que, como otras tantas, terminó sustituyendo con una élite asesina a otra previa que había jurado combatir, alcanzó el poder hasta nuestros días, cuando el coronavirus, surgido en el húmedo mercado de Wuhan, sacude el mundo y nos asoma al precipicio de un presente marcado por el fin de la globalización, el retorno a la pandemia nacionalista (esa forma de utopía regresiva) y la devastación económica.
Las Disidencias en #LetraGlobal.
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