Decíamos (ayer) que el ilustre alcalde de Sevilla, el otrora socialista Juan Espadas, prefería los platós de cine y las entregas de premios de cualquier pelaje -últimamente tiene especial devoción por los foros costumbristas-, a otras obligaciones más prosaicas de su puesto, como sentarse a hablar con los vecinos de los barrios más pobres de la ciudad -en la capital de la República Indígena hay pobres, señores, aunque de ellos no trate ningún ciclo del Festival de Cine Europeo, que sí nos habla de los desgraciados de Rumanía y Albania- para intentar paliar su situación, que en algunos casos es desesperada.
La Noria del miércoles en elmundo.es
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