El amor del socialismo indígena por las causas civiles de los sevillanos va por barrios. Unas, preferentemente las que proceden de la Sevilla Eterna o aquellas que son políticamente correctas, les interesan mucho; en cambio otras, como las que impulsan las asociaciones de vecinos combativas, no son muy de su gusto. ¿Cómo averiguar en cuáles de ambos grupos puede uno ser catalogado? Pues básicamente por los hechos, no por las palabras. En esto, como en todo en esta ciudad, la cosa depende de quién seas, cómo te acompañes y, sobre todo, de si tus reivindicaciones son críticas o amables con el poder. Si los promotores del asunto son bizcochables -léase el término a la manera sevillana- recibirán subvenciones, palmaditas en la espalda, sonrisas y puede que hasta una foto oficial. Pero nuestros munícipes, con el alcalde quietista a la cabeza, se cuidarán mucho de manifestar tanta cordialidad con quienes no sólo no asienten, sino que además salen a la calle para pedir cosas de sentido común.
Sevilla, la pista de aterrizaje
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